Amor lleno de pelos
En mí, ya se había despertado un amor
incondicional hacia los animales; pero es después de algunos meses que se adueñaron de mi corazón, unos pelos lacios color miel, una nariz negra húmeda, una
inocencia y locura muy peculiar.
Este amor va surgiendo desde que presencio su nacimiento, y su madre —tan especial como ella— la esconde durante quince días. Luego de ese tiempo, asoma su
naricita debajo del mueble y poco a poco va mostrando su cuerpecito, lleno de
rollos que se le hacen, debido a la gordura que casi no la deja caminar. Al verla en ese
momento me doy cuenta que había atrapado por completo mi corazón.
Ella, siempre me perseguía con su
cola que actuaba como antena GPS para rastrear mi ubicación. Aunque es torpe al
bajar y subir las escaleras, no es impedimento para seguir paso a paso mi ocupado día, que ella logra entender como una gran compañera fiel. Y por
supuesto, cuando ya no puede ir detrás de mí, siempre antes de salir, al despedirse, esparce su pelo sobre mi ropa marcándome como su territorio.
No es lo mismo amar que ser
amado. Amar y ser amado al mismo tiempo es lo que ahora he experimentado con esta
bola de amor, si bien, su cuerpo no tiene forma por la cantidad de pelos que la
arropan, dentro de ella se esconde un amor puro hacia mí. No es solo eso, también es tan glotona que se ha devorado todo mi cariño.
Por muy temprano o tarde que me
despierte siempre está ahí como la guardiana de mis sueños: en espera.Así es como comienza mi día:
embriagada de la felicidad que me transmite abrir los ojos y verla dar brincos y formando alboroto, halándome por las manos, pies o por el cabello
para que me levante a cantarle sus canciones favoritas, creadas por mi e
inspiradas por ella… Al igual que estas sentidas palabras.
El mundo en letras
una historia del mundo reducida en letras
Comentarios
Publicar un comentario